Hoy llueve y no sé si he sido la culpable. Hoy llueve, y quizás el agua limpie un poco las malas pasadas.
Hoy llueve, truena y la noche se ilumina de relámpagos zigzagueantes que intentan iluminar un poco la oscuridad del profundo pozo de tus pupilas. Son chaparrones que se confunden con sudor y lágrimas, y ojalá supiera distinguirlas.
Hoy llueve, y no tengo claro si llueve fuera o dentro, pero advierto peligro de inundación. Se inundan calles, pisos, alcantarillas, ojos, mejillas... El agua lucha por salir, porque es libre y merece serlo.
Hoy llueve. Quizás debería haberme pensado eso de cantar la noche anterior. Quizás mi voz ha llegado a la nota más rota que hay en la escala de sol, y las nubes se han roto conmigo. Cual niña pequeña, miro las nubes llorar lágrimas saladas, esas que ahora simplemente se precipitan suicidas desde un cielo que anhelamos paradisíaco.
A saber lo que realmente hay allí arriba. A saber si cuando subamos la escalera, lo único que deseemos sea saltar de la nube y volver a la tierra.
Hoy llueve, y lluevo por ti.
Lluevo agua con sal, y un pequeño toque de limón.
Lluevo el chupito de tequila que coronó la noche. Amargas lágrimas que han perdido hasta el derecho de surcar mejillas.
Y los relámpagos me iluminan, como si fuera mi turno para llorar también. Empatizo con las nubes y las acompaño en el sentimiento, para cuando ellas me acompañan a mi.
Pero dicen eso de que después de la tormenta, viene la calma, y yo aguardo tranquilamente el cumplimiento de esa promesa. Espero sentada en el bordillo de la acera a que aparezcas por la esquina para disculparte, a que suene el maldito aparato en mi bolsillo o a que alguien me toque el hombro ligeramente.
Y que siga lloviendo. Y que se joda un poco la lluvia -o mucho.
Que se jodan todos los que intentan molestarme a base de tormentas, porque deberían saber que a mi todo me chorrea. Que el agua sólo me hidrata y da fuerzas, y que prefiero bailar bajo la lluvia antes que ocultarme bajo el sol más espléndido. Que me iluminen los relámpagos como focos, como si yo fuera la mejor bailarina del auditorio, y que parezca que realmente sé bailar ballet. Que el viento se lleve lo malo -y el paraguas también, de paso- y que barra las calles de eso que llaman "mala suerte".
Que aquí el que no viene a bailar bajo la lluvia, mejor que se dedique a hibernar, aunque se perdería una experiencia maravillosa.
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