9.11.12

Cuando se acaben las estrellas.

Le miró con una sonrisa fascinante. De las suyas. Sí, esa de dientes blancos y perfectos, de labios finos y sonrosados. Sus ojos brillaban bajo la luz de la luna, y no podía hacer otra cosa que devolverle la sonrisa. Se la merecía. Era mucho más que una persona que cruzaba por su vida. Era ella. 
La emoción que podía leerse en su rostro le causó gracia, y rió por lo bajo, generando que ella lo observara un poco confusa y le preguntaba que por qué se reía. Si ella supiera lo infantil que se veía al buscar formas en el cielo estrellado. Si supiera cuánto significaba para él su entusiasmada sonrisa y su mirada oscura. Un pozo en el que deseaba perderse. Si tan sólo supiera que él la había anhelado hacía ya mucho tiempo.

-¡Mira, una estrella fugaz! - exclamó volviendo a posar la vista en el cielo y señalando un punto de aquel oscuro infinito con su índice. En efecto, una tenue luz cruzaba el firmamento a una velocidad increíble -. Pide un deseo - le ordenó con alegría al mismo tiempo que cerraba los ojos. 

La miró sorprendido y entrecerró los ojos lo justo para poder observarla mientras ellas ponía toda su concentración en aquella ilusión que enviaría a la estrella. Cuando abrió los ojos, él la observaba atentamente. El silencio reinó entre ambos.

-¿Crees que algún día se terminaran las estrellas? - preguntó ella de repente. Parecía curiosamente preocupada.
-¿Terminarse? ¿Te refieres a que no haya ninguna más en el cielo? - cuestionó él pensativo.
-Sí, eso.
-Pues no lo sé, pero... ¿realmente importa eso?
Ella lo miró un poco enfadada.
-¡Pues claro! Si no hay estrellas, ¿quién iluminará las noches? ¿quién acompañará a la luna? ¿a quién le pediremos nuestros más íntimos deseos? ¿quiénes representarán nuestros sueños?
-Pues las farolas nos dan muy buena luz... - bromeó con una sonrisa de burla en la cara. Ella le dio un golpe en el hombro claramente disgustada pero no habló, así que él continuó un poco más serio -. No creo que pase nada. Cuando se acaben las estrellas, yo seré su sustituto - ella lo miró algo confundida -. Sí. Si tu le pides tus deseos más profundos a las estrellas, y ellas se encargan de cumplirlos, pues lo tendré que hacer yo, ¿no?
-Estás loco...
-Puede, pero soy un loco sincero. Yo puedo ser tu estrella como tú eres la mía. Yo puedo conseguir que seas feliz y que vivas esta vida al máximo. Puedo darte cada día un poquito de azúcar para que todo vaya mejor; yo puedo ofrecerte mi hombro por si quieres desahogarte; puedo intentar cumplir tus sueños más extraños; puedo darte todo lo que quieres mientras esté en mi mano. Lo haría todo por ti. - Puso una mano sobre la de ella, que lo observaba emocionada -. Pero tranquila. No creo que las estrellas tengan fin. Al fin y al cabo, los sueños no lo tienen, ¿no?