28.9.12

Tú. Todo tú.


Me hace gracia, sí, parece muy divertido el momento en el que me preguntas por qué me enamoré de ti sabiendo que tú no sentías lo mismo. Por qué no me dí por vencida y ni me rendí frente a ella, sino que seguí intentando escalar el muro de tu corazón. pero volvía a caer, una y otra vez. Claro, normal que tú no lo entiendas. Tampoco una persona que ronca sabe de sus ronquidos hasta que se lo dicen. Ni se entera un adolescente de que le gusta a otro si no se lo gritan a la cara. Simplemente necesitamos ese detonante que nos haga abrir los ojos y dejar de estar ciegos frente a lo que nos rodea.
Ahora me vuelves a preguntar que por qué me enamoré de ti, y te respondo, ya que me lo preguntas, que me enamoré de tus ojos. Esos pedazos ojos que son una estrella en el universo; que brillan con luz propia y que alimentan también mi luz. De tu boca, que pronunciaba mi nombre como si fuera una palabra mágica. De tu pelo, que caía sobre tu frente como la seda, y que de vez en cuando apartabas para observar fijamente algo que te interesaba de verdad. De tu sonrisa. Sí, esa que a veces me dirigías, pero que nunca fue como la de ella. De tu cuerpo, que encajaba perfectamente con el mío como si de un puzzle se tratara. Pero nunca intentaste unir las piezas. De tu voz, grave, suave y dulce. Un bálsamo para curar cualquier herida. ¿Pero qué digo?¿Por qué nombrar una por una cuando te puedo contestar en pocas palabras? Me enamoré de tu todo. Una pena que no sirviera de nada.

13.9.12

Hasta el fin del mundo.


¿Alguna vez te has preguntado quién es realmente importante en tu vida? ¿Sabes qué persona generaría un caos en tu mundo con su desaparición? Es bastante difícil averiguarlo. Puede que tardemos meses, años o toda la vida. Incluso podemos no saberlo nunca, pero existe. Y es aquella que está contigo desde que tienes memoria. Que está para saltar de alegría con las buenas noticias, y para ofrecer su hombro cuando estás de bajón. Cuando te piden salir, y cuando te rechazan y te rompen el corazón. Cuando tienes cuarenta de fiebre te llevan algo caliente, y cuando tienes calor, te echan agua helada. Es aquella que te anima cuando te sientes insignificante y te baja los humos cuando crees que te ilusionas demasiado, por temor a que puedas chocar contra un muro y te hagas daño. También son las que se parten de risa con tus caídas, pero que luego te ofrecen su mano para ayudarte. Las que te dicen en todo momento que eres la más guapa de todas, y tú sigues pensando que lo es ella. Y cómo olvidar que son capaces de enfrentarse a un gorila para vengarse de cualquier cosa que te haya hecho. Es esa persona única para ti. Y tú eres única para ella. Inseparables. Como los dedos anulares cuando cruzas las manos, imposibles de separar. Como el agua y la arena, una. Vosotras sí sois inseparables, y puedo asegurar que si no estuvierais juntas, si una de vosotras desapareciera, sí que se formaría el caos, porque la buscarías en todos los recovecos del universo y no pararías hasta encontrarla, aunque tuvieras que ir al fin del mundo.

11.9.12

Sueños de niña


Sigo soñando todas las noches con mis libros. Con las historias que los autores han creado para mí, para poder sumergirme en su mundo, perderme entre sus locas fantasías.
Desde pequeña me he transformado en una estudiante de Hogwarts, he conocido a mi príncipe azul como la cenicienta, he volado hacia país de Nunca Jamás, donde he vivido increíbles aventuras. Y también he soñado con que mi hada madrina apareciera, que fuera una sirena por un momento, o que pudiera volar en una alfombra mágica. Cosas que ahora me parecen tonterías pero que, cuando era pequeña, eran ilusiones. Incluso a veces, cuando quiero recordar mi infancia, mis mejores momentos, viajo en mi memoria y vuelvo a ser la niña que vivía en las nubes y en sus fantasías. Y no me arrepiento.
Ahora he crecido, y echo mucho de menos todos aquellos deseos. Incluso estoy un poco apenada por no haber recibido nunca mi carta para el colegio de magia, o porque Peter Pan nunca apareció en mi ventana y tampoco me sopló polvos de hadas para poder volar. Una pena. Habría sido fantástico.
Pero ¿sabes qué? no quiero perder nunca esa ilusión. Puede que mis sueños cambien, que mis padres me obliguen a crecer, y que tenga que asumir mis responsabilidades, pero nunca, repito, nunca voy a dejar que eso me convierta en alguien que no cree en los sueños imposibles, alguien cuyas fantasías nunca han sido más que meros pensamiento que ahora califican de estúpidos e infantiles.
Seguiré siendo, en mi interior, la niña que siempre esperó ser una bruja, ir al país de Nunca Jamás y utilizar zapatos de cristal.