11.11.13

Novata en esto del amor.

Dicen que el amor es un juego en el que aprendes a base de partidas perdidas.
Tú me has retado, y acepto. Pero hazme un favor: No me rompas el corazón, porque es novato en esto del amor.
Novato: adj. Nuevo o principiante en cualquier facultad o materia.
Y soy principiante en esto de querer, inexperta en lo que llamamos amar y aprendiz de eso que se considera enamorar. Pero estoy dispuesta a convertirme en veterana sólo si mi profesor eres tú.

Y empieza la clase jugando. Tú me hablas, yo contesto; tú me enseñas y yo aprendo. Tú conquistas y yo caigo. Caigo en tus redes cual sirena enamorada de un humano en alta mar. Caigo por la curva de tu sonrisa, aunque suene a tópico. Me rindo ante tus ojos brillantes, tu mirada penetrante, tu tacto suave.
Eres mi profesor favorito, no sé si te lo había dicho. Pero aprendo de tus besos a besar con sentimiento. Entiendo que una mirada desvela secretos. Comprendo que las palabras derriten, y los silencios congelan. Porque me llevas a mi punto de ebullición, a esa otra dimensión donde, válgame dios, sólo existimos tú y yo. Me enseñas a ser valiente, a dejarme llevar por el momento, a pensar en nada... Y en todo. O a lo mejor he dejado de pensar, y ahora me guía algo en el pecho a lo que llaman corazón. Que un mensaje vale por una sonrisa, y un pequeña vale por el abrazo más grande del mundo. Escondidos en el barco de alta mar de aquel pescador que enamoró a la sirena más inexperta del océano. 
Y resulta que el pescador cayó en su propio juego. 
Tú también has caído, enamorado de mi inocente conquista, de mis temerosos pasos, de mi canción de sirena. Que mis movimientos tímidos te han atraído, que mi yo oculto te ha sorprendido. Tu propio reto se ha vuelto en tu contra. Que has caído rendido a los pies de tu alumna aventajada.
Que aunque sea novata en esto del amor, entiendo que en este juego se necesitan dos.

9.11.13

No desaparezcas.

Querido desconocido:

¿Qué será de mí, de nosotros, de vosotros? ¿Qué será de mí cuando todo termine? ¿Qué será de mí cuando no sepa qué hacer?
¿Qué será de mí, querido desconocido?
No puedo creer que me esté preguntando esto. Que nunca me había planteado la idea de desaparecer. ¿Qué será de mí si pasa? ¿A dónde iré? Que miedo tengo. A lo inesperado, a lo oculto, a lo que está tras la puerta cerrada con siete llaves. ¿Y qué será de mí sin ti? ¿A quién les escribiré cuando quiera hablar con alguien? ¿Con quién me desahogaré mis preocupaciones? 
Qué egoísta soy, desconocido. Perdóname. A veces, cuando el nudo me aprieta fuerte la garganta, me vuelvo algo impertinente. Perdóname, de verdad. Pero es que me gustaría hablar cara a cara contigo, querido desconocido. ¿Quién eres? O quizás te conozco, no lo sé. Puede que te haya visto alguna vez por la calle, o puede que vivas al otro lado del mundo. Curioso, ¿eh? 
Y ¿qué sería de ti sin mí; sin mis tonterías sin sentido, sin mis dudas abstractas y absurdas, sin mis palabras plasmadas en tu mente?
¿Me echarías de menos?
¿Qué será de mí, querido desconocido? ¿Y de ti? ¿Te lo has preguntado alguna vez? 
¿Qué será de todos?

Con cariño,

Una confusa desconocida.

PD: No desaparezcas, por favor. No sé qué haría sin ti.

28.10.13

Hoy confieso que lloro.

«Aguanta... Es sólo un momento», te dices. Intentas engañarte a ti misma, ocultar que por dentro duele. Intentamos ser estúpidamente fuertes, ridículamente fríos.
Ay...
Pero hoy quiero decir que yo lloro.


No quiero, pero lloro. Es algo que no puedo evitar, y me da rabia. Me da rabia el hecho de que hoy en día, la gente parece tener prohibido llorar. ¿Qué tendrá de malo? Es como reír, ¿no? Te expresas. Es... Como escribir.
Pero al mismo tiempo no lo es. Me da rabia que se me tache de tonta, sensiblona. Y me da más rabia aún que me importe eso. Pero no es tonto llorar. Porque sólo los valientes lloran, como decía esa canción, “con la cara descubierta”.
Así que sí, a veces viene bien llorar. Echar unas lagrimillas, o ponerte a llorar a mares. Incluso aunque no sepas porqué lloras, llora. Llora, porque si no lo haces, tu pecho se va inundando. Poco a poco o a pasos agigantados, pero la tristeza se acumula como una montaña de arena. Los granitos inofensivos pueden ser poderosos si se reúnen. Llora de tristeza o de alegría. ¿Qué importa?
Pero llora, por favor. No te lo guardes dentro.
Sácalo y deja que los sollozos encojan tu pecho, que hipes y no consigas respirar, que tu cara esté bañada en lágrimas y tus mejillas sonrosadas. Deja que todo fluya, aunque parezcas un río en plena tormenta. No tengas vergüenza, porque llorar es normal. Nacemos llorando, vivimos llorando y cuando morimos, dejamos lágrimas tras nosotros. La vida es llorar de tristeza y alegría, de emoción y disgusto. Un constante sube y baja de emociones que se enredan en tu garganta formando un nudo digno de boy scout. Y aprieta, y se encoge, y te deja sin respiración.
Hasta que lloras.
Y ahí va el nudo, disuelto en lágrimas diminutas que recorren su camino a la libertad. Coges aire, hondo, muy hondo, hasta que no puedes más.
Y poquito a poquito, lo sueltas. ¿Lo ves? ¿Ves cómo hoy el sol brilla más, y la noche no es tan oscura?

 Firmado: Una llorona en potencia.

10.10.13

El día en que nada importó.

Hoy he aprendido que al nacer, nuestra mente es una hoja en blanco. Durante nuestra vida, vamos rellenándolas con enseñanzas y conocimientos que nos ayudan a expresarnos. Me han comentado también que nuestro lenguaje es un conjunto de signos que relacionamos con una realidad determinada. Que nosotros creamos una imagen en nuestra cabeza asociada con la palabra en sí. 
Qué curioso, ¿no? 
Que nada exista desde siempre.
Y yo, como soy yo, me pongo a pensar. ¿Y nosotros? ¿Somos diferentes? 
Pues no. Somos exactamente iguales que los signos que conforman nuestro lenguaje. Vamos creándonos, desarrollándonos, moldeándonos y cambiando a nuestro antojo, pero al fin y al cabo, seguimos siendo un concepto en la mente del que nos ve. Una imagen de nosotros que crean ellos mismos a partir de cómo actuamos. 
Eso no soy yo. Es un dibujo de mí trazado por las manos desconocidas de otro. Y no voy a permitirlo.
Quizás no es el momento idóneo para hablar sobre ésto. O puede que sí. Puede que por fin alguien me haya abierto los ojos. Me han zarandeado por los hombros con fuerza para hacerme ver que no hay concepto preconcebido de mí, que se crea día a día, paso tras paso. Que yo soy la dueña y señora de mis acciones, y acepto triunfos y derrotas. Que cuando lo que piense la gente me importe una mierda sabré que he madurado, que soy libre, que soy yo. 

23.9.13

Promesa de las 4:19.

Tampoco puedo dormir esta noche. 
La preocupación me recorre las venas con sutil ligereza y una tranquilidad aterradora. Me estoy acostumbrando a estar preocupada, y eso es un infierno. No quiero vivir mirando tras mi espalda, en casa esquina, pensando que quizás alguien me persiga. No quiero creer que cuando alguien se ríe, lo hace de mi. No quiero seguir pensando que no soy suficiente. 
Lo soy.
Soy suficiente y mucho más, porque si alguien no entiende mi valor y no comparte mis opiniones, que se dé la vuelta y no mire. Aquí todos estamos porque queremos. Y lo que yo quiero es que alguien me mire a los ojos y entienda todo lo que me pasa. Quiero que una persona pueda leerme como un libro abierto, y entender porqué hice lo que hice, y hago lo que hago. Quiero chillar a toda voz que tengo mucho que decir. Quiero mirarme al espejo y sonreír. Quiero sentirme cómoda conmigo misma, porque sólo así los demás se darán cuenta de mi confianza. Quiero dar mi opinión sin pensar en lo que le parecerá a los demás, porque lo mío también importa. Que a veces te pasas de buena, hasta el punto de llegar a tonta. 
No quiero volver a ser la que ignora las verdades aplastantes, ni la que se queda sentada en su cama mientras otros salen. Me esconderé en los libros cuando otros se escondan en sus casas, pero no disfrutaré de otros mundos cuando ni siquiera he empezado a disfrutar de éste. Que lo que tengo está delante de mis narices, a punto de comerme, y soy ciega. Tal vez necesito una bofetada o un jarro de agua fría que me haga disolver esas tonterías que nunca tuvieron un fin. Tal vez necesito madurar, crecer e imponerme. Decir: «Aquí estoy yo, y vengo con fuerza». 
Puede que sea duro, pero si no te quieres tú, ¿quién te va a querer?

3.9.13

Carta a un desconocido.

Querido desconocido: 

El lápiz se ha empeñado en escribirte a ti esta noche. Se siente raro, nuevo. Parece como si, por unos segundos, mi mente no guiara las palabras y escribiera el corazón. Sangro sobre el papel sueños y deseos, lo mancho de lágrimas y las seco con sonrisas. Necesito un par de cajas de pañuelos desechables que terminar esta noche, porque te hablo a ti, desconocido, y me hablo a mí misma. Me recuerdo que todas las mañanas me levanto por un sueño y que quiero cumplirlo. Recuerdo que tengo la suerte de estar aquí, ahora. Agradezco poder estar sola y sentirme acompañada. Pero, oh, querido desconocido, ¿tú sientes lo mismo? ¿Sientes como los pájaros cantan a primera hora de la mañana? ¿Sientes el olor a tostadas y café que llega desde la cocina? ¿Has disfrutado de un anochecer en el más cómodo de los silencios? ¿Has saboreado el chocolate derretido en tu paladar? 
Oh, querido desconocido, eso es placer. Escuchar la canción del día y que entiendas hasta las comas. Actuar y no pensar, porque darle vueltas a las cosas sólo nos lleva a perder oportunidades. Y la vida es muy corta para perderlas, y es poca para todo lo que tengo que decir, que contar, que escribir. Hoy mi carta es breve, pero es sólo el comienzo. Ahora te escribo a ti, a mí... No lo sé. Estoy perdida, y me encanta. 
 Oh, querido desconocido; porque no te conozco, ¿no? Bueno, da igual. Total, la suerte está echada. 

Con cariño: otra desconocida (o puede que no tanto)

30.7.13

Veinte segundos.

Y pensar que pasó, que perdiste la oportunidad. Que tu mente te reclame que lo dejaste escapar. Incapaces. Todo por miedo. Terror al fracaso, a caer en lo más bajo y no encontrar la escalera, el ascensor o la mano que tire de nosotros hacia arriba. De estar solos, aunque rodeados de gente. Decepcionar. Asustada de no haber sido lo suficientemente buena, de no haber dado la talla; sentir que no encajas, y que nunca podrás.
Idear mil y un planes que se queden en tu cabeza, o en bolas de papel arrugadas, que es peor. No besar por miedo a no volver a ser besado. Callar cuando alguien se merece tus palabras. O hablar, cuando una mirada lo dice todo.
Un «sí» fuera de lugar, un «no» que arrebata esperanzas. Flaquear en fuerzas, una caída de ojos, media vuelta y hasta siempre.
Aceptar, conformarnos y volver a perder la oportunidad de nuestra vida. Perder el tren de la emoción, del cambio. No ser lo que eres.
¿Por qué somos tan valientes en nuestros pensamientos, y tan cobardes en la realidad?
A veces, todo lo que necesitas son veinte segundos de locura, veinte segundos de coraje en vena, de adrenalina disparada; veinte segundos para hacer todo lo que nunca te has atrevido a hacer. Y quizás consigas transformar, por fin, los veinte segundos en infinitos.

8.7.13

Sentir.

A veces es más fácil escribir sobre cosas que no sientes. Todo parece lejano, imposible, y sentimos la seguridad de una mente que sólo imagina en papel y lápiz, pero no vive. Empatizamos con nuestro personaje y nos ponemos en sus zapatos con una facilidad increíble. Quizás preferimos intentar comprender un sentimiento que no hemos vivido para afrontarlo mejor cuando llegue el momento. En el caso de los malos, claro. Sin embargo, no tiene sentido. A medida que van ocurriendo las cosas, te das cuenta de que el dolor es cien veces mayor a como te lo habías imaginado, que las palabras nunca te dejaron de importar, y que no serías capaz de olvidar con facilidad. Ilusa yo, si creía que podría huir de eso.
Así que sí, es más fácil escribir sobre cosas que no sientes, pero no es completamente tuyo. Para eso tiene que salir de dentro, del corazón. Tienes que sentir la adrenalina del riesgo, la tristeza de una pérdida, la locura del amor. Haber experimentado la alegría de un reencuentro, las lágrimas de la despedida, el insomnio plagado de preocupaciones, un café a medianoche, y otro de madrugada. Cargadito. Noches en vela, noches de fiesta, el no dormir. La ilusión de un regalo, la expectación de un beso en la puerta de tu casa, un brazo sobre los hombros, una mirada furtiva. La risa de un niño, las lágrimas de un amigo, o las tuyas. Frustración, emoción, nerviosismo. Un beso robado.
A veces es más fácil escribir sobre lo que no sientes, pero sentir sí que es una gran aventura.

15.6.13

Me gustaba que escribieras sobre mí.

Tú eras de los que no hay. De los que meten la nariz en un libro y no se duermen hasta que lo han terminado; de los que me dejaba escoger la película en el cine; de los que dicen te quiero al oído y en un susurro, porque querías que tan sólo yo lo escuchara. Preferías un bolígrafo, papel y un sobre antes que un correo electrónico, y despedirte en persona antes que por un mensaje. Te iban los pequeños detalles y los planes tranquilos.
«Eres mi personaje favorito», me dijiste una vez, «y quiero escribir sobre ti».
Y me gustaba que escribieras sobre mí. Me gustaba que me dedicaras los poemas que te habían marcado, las frases que habías guardado en un cajón, esperando los oídos indicados. Me gustaba que te quedaras sin tinta porque la gastabas en palabras que me tenían como destinatario. Me gustaba que me enviaras cartas de vez en cuando, aún si me habías visto el día anterior. Me gustaba encontrarme notas tuyas bajo la almohada, entre las páginas del libro de matemáticas o dentro del estuche de mis gafas. Me gustaba que escribieras en mi espalda usando tus finos dedos como bolígrafo, y mi piel como papel, o que te sentaras en mi escritorio y empezaras a garabatear frases. Me mirabas como el pintor mira un paisaje hermoso, y me gustaba tu expresión concentrada mientras leías, el brillo de tus ojos cuando habías terminado y la sonrisa en tu cara cuando escuchabas mi opinión.  Y me encantaba que te refirieras a mí como tu musa, argumentando que cuando estaba en tu cabeza, sabías que hacer, Tuya, tuya y sólo tuya.
«Dicen que si un escritor se enamora de ti vivirás para siempre...», y a mi me gustaba el hecho de que me hicieras inmortal.

12.6.13

Bendito Murphy y su ley.

«No lo creo. Es una visión pesimista y triste de la vida. ¿Estamos aquí para llorar las cosas que pueden salir mal, o para disfrutar lo que sale bien?». Me encandilaste. Con la sonrisa en tu cara, con el brillo positivo de tus ojos, y con la firme opinión que objetaste nada más sacar el tema de Murphy. No creías en el «si algo puede salir mal, saldrá mal», sino en el «si algo sale mal, habrá que conformarse e intentarlo de nuevo». No creías en el karma, ni en el destino. No. Más bien te encantaba escribir, y preferías deletrear cada momento de tu vida por tu cuenta, sin hilos que te ataran a un guión imaginario. Querías vivir la vida, aplicar como se debe el carpe diem y seguirlo al pie de la letra. Podría haber obedecido a la razón, que me decía que te faltaba un tornillo, y no al corazón; pero sabes que lo sentimental siempre ha sido mi debilidad. ¿Qué quieres que le haga? Atracción a primera vista, amor a segunda cita. Y esa mentalidad... Esa idea que tenías de que «siempre es más fácil hacerlo de la forma más difícil». Es tan... Atrayente, desafiante.
Eres un chico de desafíos. Un constante tira y afloja, una lucha contra las leyes del universo, intentar que la tierra gire en dirección contraria. Vivir aventuras, ser Peter Pan y Wendy o, mejor aún, los niños perdidos. No esperar nada y quererlo todo.
Bendito Murphy y su ley, porque sino, tú no serías tú.

27.5.13

Y me encontré contigo.

Yo no sé qué pasó. Iba buscando a ese príncipe azul que todas las chicas con una pizca de romanticismo soñador hemos deseado alguna vez. Estaba ciega, cerrada a todos aquellos que, aunque no cabalgaran un corcel blanco ni vistieran de azul, tuvieran madera de príncipe. Qué tonta era, ilusa. Pero yo me imaginaba a ese chico que me tratara como una princesa, que me tocara canciones con su guitarra, bajo la luz de las estrellas. Que le pidiéramos un deseo, que nos hiciera infinitos. Cocinar la cena más simple y exquisita, jugar con la nata montada de las fresas, pedir una pizza en plan cómodo en casa. Quedarme dormida entre sus brazos, y que luego me llevara a la cama y me tapara con la manta. Que se quedara conmigo esa noche y las siguientes, porque teme perderme tanto como yo a él. O pasear en invierno por Madrid; luchar contra la nieve bajo nuestros pies; acurrucarnos en un mullido sillón, con las luces apagadas y el mejor chocolate caliente que pudimos encontrar; ver esa película que tanto nos gusta, o ir al cine para no ver nada. Besarnos porque sí, y porque también. Qué se yo. Solamente buscaba a un Romeo para mi Julieta interior, un príncipe para mi Blancanieves, una bestia que se transformara en chico. Y me encontré contigo. Pero ¿sabes qué? No me arrepiento. Porque, a pesar de que no tienes ni idea de cómo montar en caballo, y que no sepas tocar ni un acorde de guitarra; a pesar de que nunca hemos conseguido cocinar unos espaguetis sin que se nos peguen, o una pizza hecha como Dios manda; a pesar de que no te guste la nata montada y que no vivimos en Madrid, ¿quién tiene en cuenta eso cuando los mejores paseos los he disfrutado contigo? ¿Cuando no me he divertido más cocinando que contigo? Porque nuestro chocolate caliente es el mejor que he bebido en mi vida, tus brazos los más confortantes, tu voz la más dulce, tus manos las más suaves y tus besos... Oh, tus besos. Yo por ti y por tus besos renuncio hasta al título de princesa.

9.5.13

Qué bonito es el cristal, y con qué facilidad se rompe.

Algunas veces vemos la vida como una película antigua: en blanco y negro; donde sólo tenemos dos opciones: o consigues tus sueños, o no. Y es así de simple; así de duro; así de decepcionante. Cuando se te hacen realidad, sientes que eres la persona más feliz del mundo, que puedes con todo lo que te echen. Te crees Superman, Hulk, la mujer maravilla. Sabes que, en ese momento, podrías enfrentarte a tu mayor fobia, decirle todo lo que sientes a la personita que ronda por tu cabeza o soltarle lo que verdaderamente piensas a la pesada de turno. Pero a veces, tus sueños se rompen en mil pedazos. Y es que las ilusiones son frágiles y delicadas, como figuritas de cristal que vuelan sin cesar. Sin embargo, cuando chocan contra el frío suelo de la realidad, se rompen con una sencillez fascinante y aterradora. Por eso nos asustamos. Tememos que salgamos dañados por intentar que ese sueño que parecía imposible se hiciera realidad. Y puede pasar, perfectamente.
Pero también puede que no.
 A lo mejor lo que necesitamos es dejar de darle tropecientas vueltas a todo, y saltar al vacío confiando en que caeremos en el agua o en una colchoneta, amortiguando el dolor. Serán esos momentos de locura e impulsividad los que realmente valgan la pena. Porque puede que el miedo pueda contigo y no lo vuelvas a hacer; y todo quedará en un bonito recuerdo. Y seguirás temiendo cada zancadilla, cada caída y cada tropezón. Y te caerás, te lo aseguro. Porque en la vida nada es perfecto.
Pero si te caes, pues te levantas, te limpias la tierra del pantalón y sigues andando, riéndote de el tortazo que te has pegado.

23.4.13

Hasta la pompa de jabón más firme termina explotando.

Estoy considerando la similitud entre las personas y las pompas de jabón. Y pensareis, con mucha lógica en realidad, que ya estoy desvariando. ¿Qué está diciendo?, te preguntarás. Pues no tengo ni la menor idea, pero yo misma he encontrado que me parezco a las pompas de jabón.
A ver, todas vienen de ese delgado botecito en el que mezclamos agua y jabón (¡fíjate! nuestro cuerpo también está conformado en gran parte por agua...).Vienen de un mismo lugar, como nosotros, y nacen todas de la misma manera. Y cada pompa es diferente a la otra. Algunas ni siquiera llegan a conformarse, y se quedan dentro del pequeño círculo. Por más que soples y soples, no hay manera. Otras, sin embargo, consiguen volar. Pero de un un simple toque de tu dedo se revienta, débil y frágil. Así son muchas personas. Tienen esa increíble capacidad de expresar lo que sienten fácilmente; pero también esa maldición de que es más sencillo dañarlas cuando todo está así de expuesto.
Y luego tenemos a las pompas firmes (en cuyo grupo me incluyo), que consiguen formarse elegantemente, y vuelan y vuelan sin cesar. Son esas que por más manotazos que les des, no se rompen.Vuelan contra viento y marea, se caen y se levantan, y luchan. Luchan contra todo lo que se le ponga por delante con garras y dientes. Pero a veces no lo pueden soportar más. A veces te echas a llorar sobre tu almohada y deseas que se haga de noche. Porque la noche es la compañía de toda tristeza, y la luna es la muda observadora.
Porque a veces las personas lloran, no porque sean débiles, sino porque llevan mucho tiempo siendo fuertes. Y nadie puede evitarlo; como nadie puede evitar que hasta la pompa de jabón más firme explote algún día.

13.4.13

Ahora, justamente ahora.

Ahora, justamente ahora, me doy cuenta de las distintas acepciones que se les puede dar a las palabras y a los silencios. Ahora, justamente ahora, que me he enamorado. Ahora, justamente ahora, he conseguido sentir en carne viva alegría y dolor; he dado y recibido; he llorado y sonreído. Ahora, justamente ahora, no dejo de pensar en ti, en nuestra historia, en nuestro cuento. Ahora, justamente ahora, pienso en el principio de todo. En cómo vivíamos a lo loco, disfrutábamos de la vida, ignorábamos las negativas; en cómo preferíamos salir a cenar antes que quedarnos en casa en un día de lluvia; en cómo me esperabas cuando llegaba tarde (lo cual pasaba habitualmente); en cómo tus abrazos eran adictivos. Entonces, justamente entonces, descubrí que a veces las palabras sobran y los silencios llenan. En ese entonces comprendí por qué Bécquer daría un mundo por una mirada, por qué daría un cielo por una sonrisa. Y todavía no sé qué daría por un beso tuyo. Pero ahora, justamente ahora, también entiendo a Neruda. Y también escribiría los versos más tristes; esta noche, porque ya no te tengo, pero te tuve. Y ya sabes lo que dicen, que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes. Soy tonta, sí. Soy tonta porque ahora, justamente ahora, me he dado cuenta. Pero tarde, como siempre. Porque las palabras que antes sobraban ahora las buscamos desesperadamente, y los silencios que antes llenaban han empezado a matarnos.


2.4.13

Siempre fue más que un beso.

Confidentes. Éramos eso. Un ente en dos cuerpos. Adorábamos las películas de acción, las palomitas dulces, el chocolate, la pizza de la vida (esa de jamón y piña, dulce y salada). Nos encantaba pasear por el parque, leer, el café con leche y las tostadas con mermelada. Y lo estropeamos todo en una sola noche. Me invitaste al cine, a cenar a nuestro restaurante favorito. Tú, con una cerveza casi acabada. Yo, con mi Coca Cola por la mitad. Tú, con esa postura relajada que tanto te caracteriza; yo, con esa sonrisa tonta que sólo me sale cuando estoy contigo. Hablando, riendo, mirándonos. Porque aunque no dijéramos nada, estaba todo dicho. Una mirada decía mucho más que la palabras. A lo mejor eso fue lo que pasó esa noche. Eran las doce y media pasadas, y llegamos a mi casa en tu coche. Y fue al despedirnos cuando nuestros ojos se encontraron, de una manera completamente diferente. Los tuyos, de un verde profundo, como el bosque en pleno verano; los míos, chocolate, como tú los describías. Dulces y adictivos. Y poquito a poco acortaste la distancia y juntaste tus labios con los míos. Dios, que suaves, que dulces, que tiernos. Me gustaba demasiado, y ahí estaba el problema. El miedo controló mi cuerpo. Era puro terror a perderte por aquella estupidez. Así que hice lo que la mayoría hace cuando se encuentra con un muro que no sabe como cruzar. Huí. Pero no llegué muy lejos, porque al día siguiente me buscaste. Y sólo había sido un impulso, una tontería. Y así, como si nada, seguimos con nuestra vida. O por lo menos tú, porque oh, chico...Para mí siempre fue mucho más que un beso.

24.3.13

Es querer todo, porque nada te parece poco.

Es lo que te sube por el cuerpo, lo que te hace contener el aliento. Es ese sentimiento que no te deja respirar, que te forma un nudo en la garganta y aprieta... Aprieta. Hasta que estallas. Ambición, ansias, locura. Emoción, alegría, adrenalina. Son las ganas de vivir la vida a tope, de comerte el mundo de un bocado. Las ganas de salir a la calle y hacer que los ojos se vuelvan hacia ti. Sentir que desprender energía, que das calambre. Es sentir que puedes volar, que puedes atravesar las paredes, que tienes poderes. Es también la sonrisa en tu cara, así,  enseñando los dientes. Es el brillo en tus ojos, emocionado, preparado para todo. Es ese aire frío que no congela tus pulmones, es el calor que irradias. Es el acelerado latir de tu corazón. Es la forma en la que andas, a paso rápido, sin perder tiempo. Es, tal vez, tu pelo al viento, el color de tus mejillas. Puede que sean las mariposas en tu estómago, las hormiguitas en tus manos y en tus pies. Todo tu cuerpo está preparado, animado. Sabe adónde va, pero no es un sitio determinado. Eso sí, es como el perrito que ve a su dueño ponerse los zapatos. Sabe que toca ir de paseo. Pues ahora tu propio cuerpo entiende. Toca vivir, toca salta, toca chillar. Toca cantar a todo volumen, quedarte afónica, correr cuesta abajo a toda velocidad. Toca bailar al ritmo de la música, aumentar le ritmo, sentirse libre. Es querer todo, porque nada te parece poco.

7.3.13

A base de cafés con leche.

¿Y qué es la vida? Me pregunto cada mañana. Me pregunto tantas cosas que el signo de interrogación pierde sentido, que las tildes no sirven de nada, y que todavía no tengo una respuesta. ¿Qué es la vida? Estoy aprendiéndolo. 
La vida no es más que subidas y bajadas. La vida es sonrisas y lágrimas, alegrías y tristezas. Es sorpresas y sustos, enfados y reconciliaciones, empujones y ayudas. La vida puede ser una puñalada por la espalda o la caricia más dulce. Puede que venga en colores o en blanco y negro. Puede que esté limitada, o puede que nosotros la limitemos. La vida es levantarse cada mañana con pesadez y acostarse con una sonrisa de oreja a oreja. La vida son segundos, minutos, horas, días, semanas, años... La vida es tiempo. Y el tiempo pasa. Y pasa más rápido de lo que esperamos y más lento de lo que deseamos. La vida es confusión y comprensión. Es un día despejado y otro de niebla. Lluvia y sol, playa y nieve. 
La vida puede ser  limón o fresas, chocolate o zumo de naranja. Puede ser tequila o vodka con piña. Puede ser el mejor cigarro de tu vida o el peor. Un beso de ensueño o uno asquerosamente baboso. Puede de la mejor noche de tu vida o la que destruyó todo. Puede ser la pieza que encaja en el tetris  o al que hace que todo se vaya a la mierda. Un abrazo romántico o uno que significa «sólo quiero ser tu amigo». La vida es ilusión y decepción.
La vida es una red de contradicciones de las que no podemos escapar. Es una tela de araña, y podemos ser Spiderman. Podemos manejarla, asimilarla o rendirnos bajo su poder. 
La vida es un café solo o un café con leche, pero cuando yo lo veo muy cargado, añado leche. A lo mejor todo parece más bonito, más alegre, más emocionante. A lo mejor así consigo un equilibro.

14.2.13

Aunque se los tenga que coser, como hizo Peter Pan.

Nació una mañana de ese mes de aquel año perdido en el siglo. Con eso bastaba. Fue el pistoletazo que necesitó, el pitido que indicó que empezaba la carrera. Se lo propuso y abrió los ojos a la vida que se le venía encima. Se animó y habló. Aprendió a caminar cuando se lo planteó seriamente, y no se rindió hasta que empezó correr. Cantó la tabla de multiplicar como cualquier otra canción, leyó trabalenguas y disfrutó con aquel programa de juegos de los veranos. Las rodillas y los codos le escocieron, en carne viva, pero aprendió a andar en bicicleta. 
Se hizo mayor. Creció y quiso entrar en la universidad, y lo consiguió. Hubo esfuerzo, tristeza, desafíos, alegrías, pero lo hizo. 
Quería aprobar la carrera y tener éxito, y lo consiguió. Tuvo bajones, sí, pero no se rindió.
Quería escribir, plasmar en papel lo que le llenaba la mente y el corazón, y lo consiguió. 
Quería amor, una familia, seres queridos, y ¿sabes qué? Que lo consiguió también. 
Y dirás: “Pues bien, es una persona que se ha aplicado para tener un buen futuro”. Pues sí, es verdad. Pero no todo es tan técnico, tan práctico. No quería un buen futuro, quería ver sus sueños hechos realidad. 
Porque tenía ilusiones, fantasías. Porque no se iba a dar por vencida. Porque iba a conseguir lo que se proponía. Porque iba a perseguir sus sueños pisándoles los talones, cosiéndoselos a la planta de pie, si es necesario. Iba a ser la sombras de sus sueños, y no aceptaba una derrota por respuesta. 

10.2.13

¿Te atreves a negármelo?

¿Pero qué me estás diciendo? Repítelo, por favor, que creo que no te he escuchado bien. ¿Me estás diciendo que no eres nadie comparada con ella? ¿Que es mil veces más guapa, más lista y más simpática? ¿Estás diciendo que te sientes inferior, incapaz y torpe? Creo que tengo que explicarte un par de cosas. Tengo que informarte, señorita yo-soy-menos-que-el-resto, que tu pelo parece ondular cuando no hay viento, que tus ojos brillan cada vez que ríes, y que se oscurecen cada vez que estás triste. Tengo que comentarte que tu sonrisa ilumina el día de muchas personas, que tus movimientos son perfectos, no importa qué hagas. Te digo también que eres la persona más inteligente que conozco porque no te dejas llevar por el montón, sino que eres tú misma. También eres de lo más original, especial y verdadera. Y te cuento también que para mi, cada frase tuya es parte de mi canción favorita, que cada mirada me saca un suspiro, que cada suspiro me rompe el corazón. Que te quiero ver siempre feliz, contentar dispuesta a comerte el mundo. Y quiero que lo hagas por ti misma, porque, como bien sabes, no voy a dejar que el mundo te coma a ti. 
¿La ves a ella? No te llega ni a la suela de los zapatos, aún cuando ahí como la ves, lleva esas plataformas de diez centímetros. 
Ahora, señorita yo-soy-menos-que-el-resto, ¿te atreves a negármelo? 

6.2.13

Entre tonta y tonto.

Yo era la tonta que nunca se dio cuenta. Aquella chica que nunca se fijó en la sonrisa que le dabas, sólo para ella, de las miradas a escondidas, de los besos en el aire, de los sueños imposibles y de los deseos ocultos. Yo era tonta que se fijaba en los demás, que te contaba con todo lujo de detalles lo que me pasaba, que compraba ropa contigo y te modelaba, contoneándome frente a ti sin saber nada. Yo era la tonta que te abrazaba con fuerza, que me despedía con un beso, que te llamaba “guapo” y “tonto” en menos de un minuto. Yo era la tonta ingenua que imaginaba las relaciones perfectas, que buscaba bondad donde no la había, que confiaba en quien no debía. Yo era, soy y seré la tonta que no se dio cuenta de que eras algo más; la tonta que no sabía distinguir entre cariño y amor; la tonta que alguna vez te llamó amigo. Y tú. Tú eras el tonto que nunca me lo dijo.
Ahora bien, entre tonta y tonto nos entendemos, ¿no?