14.2.13

Aunque se los tenga que coser, como hizo Peter Pan.

Nació una mañana de ese mes de aquel año perdido en el siglo. Con eso bastaba. Fue el pistoletazo que necesitó, el pitido que indicó que empezaba la carrera. Se lo propuso y abrió los ojos a la vida que se le venía encima. Se animó y habló. Aprendió a caminar cuando se lo planteó seriamente, y no se rindió hasta que empezó correr. Cantó la tabla de multiplicar como cualquier otra canción, leyó trabalenguas y disfrutó con aquel programa de juegos de los veranos. Las rodillas y los codos le escocieron, en carne viva, pero aprendió a andar en bicicleta. 
Se hizo mayor. Creció y quiso entrar en la universidad, y lo consiguió. Hubo esfuerzo, tristeza, desafíos, alegrías, pero lo hizo. 
Quería aprobar la carrera y tener éxito, y lo consiguió. Tuvo bajones, sí, pero no se rindió.
Quería escribir, plasmar en papel lo que le llenaba la mente y el corazón, y lo consiguió. 
Quería amor, una familia, seres queridos, y ¿sabes qué? Que lo consiguió también. 
Y dirás: “Pues bien, es una persona que se ha aplicado para tener un buen futuro”. Pues sí, es verdad. Pero no todo es tan técnico, tan práctico. No quería un buen futuro, quería ver sus sueños hechos realidad. 
Porque tenía ilusiones, fantasías. Porque no se iba a dar por vencida. Porque iba a conseguir lo que se proponía. Porque iba a perseguir sus sueños pisándoles los talones, cosiéndoselos a la planta de pie, si es necesario. Iba a ser la sombras de sus sueños, y no aceptaba una derrota por respuesta. 

10.2.13

¿Te atreves a negármelo?

¿Pero qué me estás diciendo? Repítelo, por favor, que creo que no te he escuchado bien. ¿Me estás diciendo que no eres nadie comparada con ella? ¿Que es mil veces más guapa, más lista y más simpática? ¿Estás diciendo que te sientes inferior, incapaz y torpe? Creo que tengo que explicarte un par de cosas. Tengo que informarte, señorita yo-soy-menos-que-el-resto, que tu pelo parece ondular cuando no hay viento, que tus ojos brillan cada vez que ríes, y que se oscurecen cada vez que estás triste. Tengo que comentarte que tu sonrisa ilumina el día de muchas personas, que tus movimientos son perfectos, no importa qué hagas. Te digo también que eres la persona más inteligente que conozco porque no te dejas llevar por el montón, sino que eres tú misma. También eres de lo más original, especial y verdadera. Y te cuento también que para mi, cada frase tuya es parte de mi canción favorita, que cada mirada me saca un suspiro, que cada suspiro me rompe el corazón. Que te quiero ver siempre feliz, contentar dispuesta a comerte el mundo. Y quiero que lo hagas por ti misma, porque, como bien sabes, no voy a dejar que el mundo te coma a ti. 
¿La ves a ella? No te llega ni a la suela de los zapatos, aún cuando ahí como la ves, lleva esas plataformas de diez centímetros. 
Ahora, señorita yo-soy-menos-que-el-resto, ¿te atreves a negármelo? 

6.2.13

Entre tonta y tonto.

Yo era la tonta que nunca se dio cuenta. Aquella chica que nunca se fijó en la sonrisa que le dabas, sólo para ella, de las miradas a escondidas, de los besos en el aire, de los sueños imposibles y de los deseos ocultos. Yo era tonta que se fijaba en los demás, que te contaba con todo lujo de detalles lo que me pasaba, que compraba ropa contigo y te modelaba, contoneándome frente a ti sin saber nada. Yo era la tonta que te abrazaba con fuerza, que me despedía con un beso, que te llamaba “guapo” y “tonto” en menos de un minuto. Yo era la tonta ingenua que imaginaba las relaciones perfectas, que buscaba bondad donde no la había, que confiaba en quien no debía. Yo era, soy y seré la tonta que no se dio cuenta de que eras algo más; la tonta que no sabía distinguir entre cariño y amor; la tonta que alguna vez te llamó amigo. Y tú. Tú eras el tonto que nunca me lo dijo.
Ahora bien, entre tonta y tonto nos entendemos, ¿no?