15.6.13

Me gustaba que escribieras sobre mí.

Tú eras de los que no hay. De los que meten la nariz en un libro y no se duermen hasta que lo han terminado; de los que me dejaba escoger la película en el cine; de los que dicen te quiero al oído y en un susurro, porque querías que tan sólo yo lo escuchara. Preferías un bolígrafo, papel y un sobre antes que un correo electrónico, y despedirte en persona antes que por un mensaje. Te iban los pequeños detalles y los planes tranquilos.
«Eres mi personaje favorito», me dijiste una vez, «y quiero escribir sobre ti».
Y me gustaba que escribieras sobre mí. Me gustaba que me dedicaras los poemas que te habían marcado, las frases que habías guardado en un cajón, esperando los oídos indicados. Me gustaba que te quedaras sin tinta porque la gastabas en palabras que me tenían como destinatario. Me gustaba que me enviaras cartas de vez en cuando, aún si me habías visto el día anterior. Me gustaba encontrarme notas tuyas bajo la almohada, entre las páginas del libro de matemáticas o dentro del estuche de mis gafas. Me gustaba que escribieras en mi espalda usando tus finos dedos como bolígrafo, y mi piel como papel, o que te sentaras en mi escritorio y empezaras a garabatear frases. Me mirabas como el pintor mira un paisaje hermoso, y me gustaba tu expresión concentrada mientras leías, el brillo de tus ojos cuando habías terminado y la sonrisa en tu cara cuando escuchabas mi opinión.  Y me encantaba que te refirieras a mí como tu musa, argumentando que cuando estaba en tu cabeza, sabías que hacer, Tuya, tuya y sólo tuya.
«Dicen que si un escritor se enamora de ti vivirás para siempre...», y a mi me gustaba el hecho de que me hicieras inmortal.

12.6.13

Bendito Murphy y su ley.

«No lo creo. Es una visión pesimista y triste de la vida. ¿Estamos aquí para llorar las cosas que pueden salir mal, o para disfrutar lo que sale bien?». Me encandilaste. Con la sonrisa en tu cara, con el brillo positivo de tus ojos, y con la firme opinión que objetaste nada más sacar el tema de Murphy. No creías en el «si algo puede salir mal, saldrá mal», sino en el «si algo sale mal, habrá que conformarse e intentarlo de nuevo». No creías en el karma, ni en el destino. No. Más bien te encantaba escribir, y preferías deletrear cada momento de tu vida por tu cuenta, sin hilos que te ataran a un guión imaginario. Querías vivir la vida, aplicar como se debe el carpe diem y seguirlo al pie de la letra. Podría haber obedecido a la razón, que me decía que te faltaba un tornillo, y no al corazón; pero sabes que lo sentimental siempre ha sido mi debilidad. ¿Qué quieres que le haga? Atracción a primera vista, amor a segunda cita. Y esa mentalidad... Esa idea que tenías de que «siempre es más fácil hacerlo de la forma más difícil». Es tan... Atrayente, desafiante.
Eres un chico de desafíos. Un constante tira y afloja, una lucha contra las leyes del universo, intentar que la tierra gire en dirección contraria. Vivir aventuras, ser Peter Pan y Wendy o, mejor aún, los niños perdidos. No esperar nada y quererlo todo.
Bendito Murphy y su ley, porque sino, tú no serías tú.