15.3.14

Doctorado en ciencias.

Si se dice que de las letras se vive, y que entre letras se muere, yo resbalo en la curva de tus úes y cruzo el puente de tus aes con el fin de llegar al punto de tus íes. Y como las vocales nunca han sido suficiente, me paso a las consonantes para alargar un poco nuestra historia. Que de verbos no entiendo mucho, porque pasado es presente con un futuro cercano que puede o no estar compuesto. Y es que si los tiempos verbales son un lío de cojones, que alguien me diga por qué narices dividimos la vida en ellos. 
Ah, la vida. Eso que pasa mientras que intentamos soñar dormidos. También se dice que entre libros se sueña, pero yo prefiero una realidad de ensueño. Empírico, racional. Quiero algo que tocar, que comprobar y experimentar. Quiero algo que pase a la historia como «eso que ocurrió y que no se soñó». Que soñar es muy fácil cuando vives en ti misma, pero salir a la calle y que el aire te dé una bofetada es algo más que un simple sueño. 
Ah, los sueños; meras expresiones de los deseos más profundos -o no tanto- que martirizan la vida. Ah, los sueños; esas nubes inalcanzables que adoramos observar. Me he cansado de las letras, de sus promesas incumplidas, de los cristales rotos que me devuelven a una realidad dolorosamente verdadera.



Tú utilizabas la poesía, ese antiguo método de conquista de caballero andante. Quizás te pasaste a la narrativa al ver que no tenía mucho efecto sobre mí -y ahora puedo revelarte que no era cierto, y que tu voz grave calaba hasta lo más hondo de mis huesos-. Y luego escribías. Ay dios, si se cumpliera lo que apuntabas en ese escondido cuadernito azul...
Pero por mucho que tu utilizaras las palabras, te tengo calado: no eras de letras, y eso se notaba a leguas. 
Me paso a ciencias, a ti.
Por matemáticas, y que calcules la frecuencia de mis sonrojos; por física, y que sepas la rapidez con la que caigo en el pozo de tus pupilas; química, o esa reacción que suma H2O y a ti, originando una nueva molécula; o biología, quizás, para que sepas cómo la sangre bombea mi corazón a velocidades desorbitadas cuando te acercas. 
Y es que, oh, chico, eres fuerza centrípeta, mi gravedad y esa ecuación que calcula la velocidad de mi latidos.